miércoles, 15 de septiembre de 2010

ME PARECIO QUE LLORABA

Por Antonio Caballero
Revista ROCIO marzo 1960


Tengo una pena en el alma... desde el 7 de Febrero...

Camino del Rocío, se suscitó el tema de que, de algún tiempo a esta parte, la Virgen llora...

En el Rocío, pareció me observar que la Blanca Paloma –la Virgen más bonita del mundo entero- estaba apenada, como queriendo romper a llorar...

Siempre la vi sonreír...; esto lo puedo jurar... De vuelta del Rocío, la pena que creí sorprender en el rostro bendito de la Reina y Madre de las Marismas me tiene hondamente preocupado...

Por qué está triste la Blanca Paloma? ¿Por qué ha de llorar la Reina de las Marismas?

Conocemos algunos motivos que hicieron llorar a Jesús: el encuentro con las almas enlutadas por la muerte de seres queridos, la amargura de amistades rotas, la previsión de catástrofes patrióticas con toda la secuela de víctimas inocentes y culpables...

Íntimamente compenetrada con Jesús, su Madre María. La solidaridad con la desgracia humana, el desconsuelo de amistades rotas, la amenaza de conflictos bélicos...; todo eso puede provocar las lágrimas de nuestra bendita Madre la Virgen del Rocío...

Digan si no es para llorar una Madre el desacato de los hijos al Padre, la desunión de los hermanos que se llevan a matar!

No ha de dolerle a la Madre de los hombres que se empeñen en convertir en Calvario el mundo universo!

No ha de sentir honda pena ante el egoísmo humano, pronto a pedir favores, tardo en ofrecer consuelos!

Que ya va siendo hora de que los auténticos rocieros acudan al Santuario de Almonte a compartir alegrías con Aquella que es la causa de cuantas tener podamos...

Que ya va siendo hora de que los auténticos rocieros incorporen a su vida el misterio de María que no es otro que llevarnos a Jesús...

Y si las sonrisas que siempre prodigó en su Palomar de Almonte no lograron, en muchos casos, ganar para Cristo al “fervoroso” rociero, nada más lógico que muestre su contrariedad y disgusto con el reproche imponente de las lágrimas de una Madre que llora...

Me parece que lloraba... Si la seriedad de la vida, si el sentido del pecado, si la importancia de la salvación, si el sentir con la Iglesia y con el débil, si el dejarnos llevar por su mano hasta el encuentro con Jesús, si la práctica de los Ejercicios Espirituales..., si todas esas cosas en conjunto, o cualquiera de ellas en particular, fuera requisito para enjugarte las lágrimas y devolverte la sonrisa, ¡oh mi Virgen del Rocío!, yo lo haría todo...
¡¡ANTES DE VERTE LLORAR!!

ANTONIO CABALLERO
Puerto de Santa María

jueves, 9 de septiembre de 2010

DECRETO DE CORONACIÓN CANÓNICA DE LA STMA. VIRGEN DEL ROCÍO

“Rafael, del titulo de Santa Práxedes, de la Santa Iglesia Romana presbítero Cardenal Merry del Val, Arcipreste de la Santa y Patriarcal Basílica del Príncipe de los Apóstoles, de Roma, Prefecto de la Sagrada Congregación de la Reverenda fabrica y del capitulo y canónigos de la misma.



Al Eminentísimo y Reverendísimo Señor Enrique Almaraz y Santos, Arzobispo de Sevilla, en España, salud sempiterna en el Señor:

A nuestro Capítulo, al cual pertenece el derecho y el honor de coronar las imágenes de la Madre de Dios celebérrimas por la antigüedad de su culto o por sus muchos milagros. Tú, Eminentísimo y Reverendísimo Señor, recientemente expusiste que era venerada en su iglesia, cerca de la villa de Almonte, de tu Archidiócesis, la preclara imagen de Nuestra Señora por el pueblo llamada NUESTRA SEÑORA DEL ROCIO, la cual, así por la fama de sus prodigios como por la antigüedad de su culto, recibe constante y fervorosa veneración de la religiosa piedad de los pueblos circunvecinos. Por lo cual, llevado de singular afecto de devoción, con instantes preces, pediste que la celebérrima Imagen fuese decorada con aquella corona áurea, con que suelen ser coronadas por nuestro Capítulo las más prodigiosas imágenes de la Madre de Dios. Sabemos, además, que a tus preces asisten los votos del Reverendísimo Clero y del Excelentísimo Ayuntamiento de la dicha VILLA DE ALMONTE y de innumerables fieles. Así, pues. Nos, con empeño constante, cuando se trata de honrar a la Santísima Virgen, estamos siempre solícitos, con objeto de que en todas partes se le rindan agradecidos obsequios de la devoción de los pueblos, propicios a estas súplicas, congregados en el día 11 de agosto de este año en el aula Capitular, examinamos el memorial de petición referente a la extendida fama de milagros y del celebérrimo culto de esta sagrada Imagen. Por lo cual, recibido primero el voto del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Decano de Nuestro Capítulo, favorablemente emitido en este asunto, porque Nos estamos ciertos de que aquella augusta Imagen reúne plenamente todas las condiciones y circunstancias que se requieren para la solemne coronación, por acuerdo unánime decidimos y mandamos, para mayor gloria de la Santísima Trinidad y para nuevo y singular decoro y honor de la Madre de Dios, que la Santísima Imagen de Nuestra Señora, llamada por el pueblo NUESTRA SEÑORA DEL ROCIÓ, sea en solemne rito con diadema de oro coronada. La facultad de hacer esta coronación te concedemos a Tí, Eminentísimo y Reverendísimo Señor, y por las presentes letras te la conferimos, con objeto de que, el día que dispusiereis, convenientemente impongas la corona de oro en la sacratísima cabeza de la dicha Imagen, observando el rito que en tales ceremonias usamos, y si, impedido por cualquier causa, no pudieres realizarlo, te facultamos igualmente para subdelegar en otro constituido en dignidad eclesiástica.

Dado en Roma el día 8 de septiembre del año del Señor de 1918, del Pontificado de nuestro Santísimo Señor el Papa Benedicto XV año quinto.

José Cascioli, Canciller.

Domingo Caney Broggi, Secretario.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

SE QUEDA SOLA LA VIRGEN DEL ROCIO

Por Francisco Gil Delgado

ABC Sevilla mayo 1969


Al Rocío nos vamos. Hace unos años, las sevillanas rocieras dieron en ironizar sobre la construcción de la moderna carretera. La carretera está ahí; pero no ha vencido al camino de la marisma. Por una vez los artificial no ha arrinconado a lo espontáneo. Pero, ¿qué es lo que se ha salvado: el arte, el costumbrismo, el folklore, la belleza de la estampa campestre? Algo más. Se ha salvado una intensa y profunda experiencia de intercomunicación humana. Porque lo más humano –y lo más divino- del camino rociero es el destierro de la soledad.



Donde nada se produce, donde nada se encarece, donde no se vende y donde hay un derecho ancestral a consumir comunitariamente, no ha lugar para la competencia y, por lo tanto, para la impermeabilidad espiritual, que es la que produce el rechace de la soledad. Más aún: allí no puede subsistir ni el reducto último de la incomunicación, que es la negativa del perdón:



“las riñas se vuelven bromas

cuando se oye una voz

¡Viva la Blanca Paloma!


Por eso lo verdaderos garbanzos negros del Rocío son los que no saben perdonar, a pesar de que ellos está siendo perdonados de continuo.


Está bien lo de ir en coche. Pero en el coche anida la competencia: la necesidad de adelantar, de disputar el aparcamiento, de completar plazas, de ir contra reloj. Estas cosas no se dan en el largo y cansino camino de las carretas, donde no hay más reloj que el sol de las alturas. El coche es una reluciente jaula de hermetismo, a la que no es posible acercarse para pedir una copa, una aspirina, un poco de agua o simplemente a preguntar “de donde vienen ustedes”. ¡Va tan ligero el coche! El coche es nuestro propio mundo de cada día, maestro en cerrar espacios. Y las carretas son la ciudad sin murallas, sin puertas, sin reloj. El mundo de las carretas es el mundo de la suprema condescendencia, de la inmensa apertura, del absoluto perdón. El destierro de la soledad.

La vuelta del Rocío, por el camino de la marisma, tiene un dejo de melancolía que no tiene la ida. No es la tristeza de la decepción, como la “vuelta de la feria”, cuando se comprueba que no hay relación entre el sueño y la realidad. No es así. Del Rocío se vuelve satisfecho: la realidad del encuentro con la Señora supera en mucho a la esperanza. Y, sin embrago, hay algo que se derrumba silenciosamente dentro del alma de cada romero en la tarde del lunes, cuando el crepúsculo resbala por los altos eucaliptos del coto. Sólo quedan dos días de comunidad rociera. A la vuelta de un recodo, las chumberas dejarán ver la cinta gris de la carretera: los pueblos engalanados; el ruido de la gente; la lucha por la vida... el retorno a la soledad. Este miedo anticipado es el que llevaba a trasladar nuestra sensación de soledad a la propia Virgen del Rocío en aquella vieja canción que se cantaba como un ritual litúrgico al trasponer el Ajolí de vuelta:



“La Virgen del Rocío

se queda sola,

por aquella marisma

siendo pastora”.


Éramos nosotros los amenazados de soledad; pero nos consolábamos haciendo partícipe de la misma a la propia Virgen.


La copla parece que está ya desplazada por los acontecimientos. ¿Quién se atreverá a decir que se queda sola una Virgen que entre promesas, planes de playa, días de turismo y jornadas de piedad, no deja de ver cómo se paran delante de su santuario, a lo largo del año, miles y miles de coches relucientes? Está bien; pero eso “no” es el Rocío propiamente. Son “visitas” al Rocío. Todos es veloz, fugaz, sin tiempo para la reflexión es el mundo de los coches, el mundo de las competencias, que se acerca, que toca en el Rocío, sin llegar a transformarse. En ese sentido, sin lugar a dudas, el final de la romería sigue dejando sola a la Virgen, sola de una experiencia de apertura humana que, ¡ay!, únicamente dura siete días.


Y sin embargo las cosas no pueden dejar de ser así. La vuelta se impone; las carretas tienen que despojarse de sus encajes, para volver escuálidas a hincharse de heno en el campo o simplemente para dormir un año en el polvo del corral. Y nosotros hemos de volver a la vida: a la vida de las competencias, de los mercados, de la sociedad de consumo. Otra vez el ir y venir de nuestra existencia, como pelota de frontón, desgranando día a día nuestra propia e intransferible soledad.


¿Qué haremos? ¿Añorar, arropados de romantismo estéril? ¿Pactar con lo negro de la vida, como modernos saduceos? ¿Decir que las cosas no tienen remedio y que “lo del Rocío” no es más que un paréntesis? Precisamente porque esto es lo que hace la generalidad de los mortales rocieros al desvestirse de sus trajes de caminantes, es por lo que la vieja copla puede seguir desgranando su melancolía de una “Virgen que se queda sola –por aquella marisma- siendo pastora”.


Se puede hacer algo más. Luchar por convertir nuestra vida conforme al patrón de las virtudes rocieras. “Donde no hay amor, pon amor y tendrá amor”, decía Fray Juan de la Cruz, que pasó su vida en una terrible prueba de soledad y noche oscura. Qué duda cabe: sin espectacularidad, sordamente y cuesta arriba, cada uno de nosotros puede intentar hacer del resto de las semanas del año un Rocío chico, pero ancho.

martes, 7 de septiembre de 2010

REINA Y MADRE

Por José Montoto

ABC Sevilla 25 de mayo 1969


La Virgen. He aquí el amor más hondo y sincero de las gentes de España; el más hondo y sincero de las gentes del Sur; del Sur, que es todo entero de la Virgen, porque en Andalucía reina Ella sobre el trono de gloria de muchos corazones que le rinden honor. La Virgen, con mil nombres distintos, todo bellos y ungidos de poesía, tiene cortes diversas en preciosas ermitas, en magníficos templos, en viejas, centenarias catedrales.


Dicen algunos espíritus mezquinos que hay exageración en ese marianismo. Les parece que es cosa exagerada que en una misma iglesia haya tres, cuatro, cinco imágenes distintas de la excelsa Señora con títulos diversos: el Carmen, los Dolores, la Merced, el Rosario... a más de aquella que lleva el título de Patrona local. Quienes opinan esto no se fijan en que también guardamos fotografías distintas de nuestra madre en diversas etapas de su vida: de soltera, de madre joven, de mujer ya cuajada, de señora mayor... Y cada una de ella nos sugiere un periodo de su vida, un episodio único, un recuerdo distinto.


La Virgen en sus advocaciones nos habla de mil cosas muy bellas y episódicas que son como relieves de aquella cosa grande que es inmutable y única: de ser Madre de Dios y Madre nuestra. Una madre a la que vestimos de diversas maneras y a la que conferimos títulos variados, pero que es en esencia una tan sólo: Santa María Virgen. Sentada en rico trono, de pie erguida y gallarda, con el Niño en los brazos, con cetro y con corona, como Reina del mundo y Emperatriz del cielo, es una y es la misma, aun siendo tan distinta en trajes y actitudes. Sus nombres son poéticos y bellos: del Monte, de la Sierra, del Camino o la Fuente, de la Luz, del Consuelo, de Gracia, de Esperanza... o, como la de Almonte, del Rocío.


El rocío, que no es lluvia, no es sequedad tampoco; es discreta humedad deliciosa que da vida a las plantas, que constela de perlas las hierbas de los campos. Ella es como un regalo de los cielos que da al campo hermosura y esplendor. La Virgen del Rocío es todo eso. Su intensa devoción es a modo de un riego que cae sobre las almas de esos buenos honrados almonteños y sobre los devotos de toda esta región.


No hay, lector, no es posible que exista exceso alguno ni haya exageración en honrar a María a la manera andaluza: con largueza, con lujo, con rumbo y despilfarro; no es posible que en ello se peque nunca por carta de más. La devoción a la Virgen no es tan sólo un impulso que nazca en nuestros corazones, sino que es la obediencia a un mandato de Dios. Fue en el Calvario en donde Jesús dijo a María señalando a San Juan: “He ahí a tu hijo”. Fue enclavado en la cruz cuando a San Juan dijo Nuestro Señor: “He ahí a tu Madre”.

Ella, María Santísima, que es como la aclamamos en mi pueblo, es la Reina de toda esta región. En unos santuarios hay peregrinaciones de carácter local, otras revisten el carácter de comarcal, y esta otra del Rocío es interprovincial, es regional y casi yo diría que nacional. En llanura sin fin, sobre un tapiz de hierbas que viste de verdor al campo entero, al arrimo de casas de sencilla andaluza arquitectura, se alza la iglesia nueva, relicario precioso de tan insigne joya. Y esa joya preciosa, refulgente de gloria sobre trono de plata, sale el día de su fiesta a regalar a todos con su dulce sonreír.


Hace ya medio siglo que un día fue coronada de oro y pedrería. Vuelven hoy a ceñirle esa corona, que supone riqueza generosa. Pero tiene algo más que oro precioso, porque es que la corona va nimbada de un efluvio de amor y de total entrega. Y al pasar en triunfante apoteosis la Virgen del Rocío por la llanura, será, como decimos en la Salve, Reina y Madre de todos, porque fue concebida sin pecado y fue Madre de Dios.

José MONTOTO.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¿QUIEN TIRÓ LA PELOTA: JURADO CARRILLO O MUÑOZ Y PABON?





De todos es sabido, que en la historia del Rocío, hay un hecho importantísimo que fue la Coronación Canónica de la Virgen en 1919.

Siempre se le ha atribuido la idea de la misma al hinojero, D. Juan Francisco Muñoz y Pabón (con b y no con v como se ve en muchos sitios, incluso nomenclátor oficiales de calles), con su famoso artículo de "La pelota está en el tejado" publicado el 25 de Mayo de 1918.

Pero ¿realmente fue suya la idea?. Veamos los acontecimientos históricos.

En el año de 1915, la Academia Bibliográfica Mariana de Lérida, convoca un certamen literario en honor de la Virgen del Rocío. Al mismo, se presentó un modesto cuento titulado "El Traje de luces", escrito por D. Cristóbal Jurado Carrillo, Presbítero y Párroco de la localidad de Niebla (Huelva), el cual resultó premiado, siendo publicado al año siguiente.


En sus páginas y a través de su protagonista, Manolillo "el Choquero", un pobre torerillo de Huelva, Jurado Carillo solicita al Arzobispo de Sevilla, la Coronación de la Virgen del Rocío, en memoria de su Asunción gloriosa al cielo.

Recordemos que estamos en 1915. Textualmente podemos leer en el Capítulo V, Pág. 18: "La divina Señora encargó por último al torerillo que fuese a decir, de su parte, al Sr. Arzobispo de Sevilla, que quería que fuese coronada solemnemente su imagen del Rocío en recuerdo de su Asunción gloriosa a los cielos."

Volvamos a 1918. Al día siguiente de la publicación del artículo de Muñoz y Pabón, Jurado Carrillo le dedica una Carta abierta en el Diario "La Provincia", en la que deja claramente expresado que la idea de la Coronación partió de él a través de su cuento antes citado.


Tiempo después, el 7 Octubre del mismo año y en el diario "La Provincia", ya desaparecido, publica "Una Carta", dirigida esta vez al Sr. Presidente de la Junta de Caballeros para la Coronación de la Virgen del Rocío, que no era sino otro que Muñoz y Pabón, insistiendo ya no sólo en la autoría de la idea, sino que además manifiesta tener la misión de verificar el mayor numero de coronaciones de las imágenes célebres de María en España y América, amén de haber escrito numerosas obras para propagar tal devoción, premiadas por la Academia de Lérida anteriormente citada, de la que era Académico por oposición de mérito literario en Andalucía.



También fue quién redactó la exposición dirigida al Papa, solicitando la Coronación en nombre del pueblo de Almonte, que firmaron el Párroco D. Manuel Márquez Gómez y el Alcalde D. Antonio Acebedo Valladolid, así como el mismo Cristóbal Jurado Carrillo.

Otro hecho a destacar es que Jurado Carrillo, fue el representante oficial de los más altos estamentos de Huelva en los actos de la Coronación, tal y como se recoge en los saludas dirigidos al Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Enrique Almaraz y Santos.

En todas hay una frase que se repite: "iniciador", ya sea de "la hermosa idea", el "solemne acto", de "tan hermoso pensamiento"...

Entonces, ¿quién tiró la pelota al tejado?, como se pregunta Julio Flores Cala en su libro "El Rocío de ayer: 1900-1960":

De la Virgen del Rocío

y de su Coronación:

¿de quién fue aquella idea?

¿fue del párroco de Niebla

o de Muñoz y Pabón?

A la vista de los hechos históricos, hemos de pensar que fue Jurado Carrillo quién la "embarcó", como tradicionalmente de dice en esta tierra y que Juan Francisco Muñoz y Pabón, la recogió del mismo y jugó con ella hábilmente, valiéndose de su popularidad como escritor costumbrista, hasta marcar el gol que le llevaría a la fama.

Por eso, aunque Muñoz y Pabón organizara la Coronación logísticamente, hay que dar su sitio al Párroco de Niebla, Cristóbal Jurado Carrillo, como mentor de la misma tres años antes en su cuento "El Traje de Luces" y por lo tanto, verdadero padre de la idea.

domingo, 5 de septiembre de 2010

EL MIRAR Y EL SONREIR DEL HOMBRE VIEJO

Por José Montoto

ABC 12 junio 1976




Al artículo que acerca de la romería del Rocío publicaba el señor Infante Galán en el extraordinario de A B C del domingo lo ilustraban unas bellas fotografías de Alvaro García Pelayo. Aún cuando todas lindas, una es impresionante de verdad, porque hay en ella la expresión de tres momentos, de tres fases, de tres impresiones de unas almas heridas por las luces de la fe y el amor.


La muchacha que ofrece dos velas encendidas al paso de la Virgen tiene expresión de un hondo sentimiento de respeto; de una actitud cohibida e impresionada ante la vista de la Reina y Señora.


El muchacho que alarga el brazo ofreciendo su vela tiene expresión de seriedad viril, de acatamiento emotivo y sincero, de fe hombruna y robusta.


¡Y el viejo...! ¡Qué expresión la del viejo! En su semblante resplandece la fe. El viejo “ve” a la Virgen. En la imagen ve a la misma Señora tal como está en el cielo; y esta visión del cielo se refleja en su cara.


En su expresión yo veo algo más que un mirar y más que un sonreír. Se ve en él la expresión del que contempla lo que no pueden ver ojos humanos. Se ve en su sonreír una oración que aflora sin palabras a sus labios ya hundidos por los años. Y se ve en su mirada que “está viendo”.


Lo que el viejo está viendo no lo ven los demás. Lo ve él tan sólo. La Virgen ha querido mostrarse a este hijo suyo tal y como Ella es, en premio a aquel mirar hondo y ferviente.


En el Rocío, ese día, el día en que ese viejo de tan pobre apariencia ha mirado a la Virgen con aquella mirada de tan honda emoción y tanta fe, ese día, la Virgen quiso inundar de gracia a aquel hijo de ropas tan humildes que con sus manos cruzadas y su mirar tan hondo parece que está en duda de pedir o de dar.


Y en lugar de pedir bienestar y abundancia para él, ha preferido dar, y le ha dado a la Virgen la ofrenda de su fe y de su emoción.


Mientras, Ella le daba, con su gracia, esa serena paz que reina en su semblante de labriego andaluz.



José MONTOTO

sábado, 4 de septiembre de 2010

CARTA ABIERTA: LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN DEL ROCÍO

Cristóbal Jurado Carrillo. Párroco de Niebla.

Diario “La Provincia”

26 de Mayo de 1918


Al muy lltmo. Sr. D. Juan F. Muñoz, Canónigo de Sevilla.


Muy ilustre señor: Al leer su artículo «La pelota en el tejado», inserto en el «Correo de Andalucía» el 25 de Mayo próximo pasado, me alegré, porque coincidía usted conmigo en que debe ser coronada canónicamente la popularísima imagen de la Virgen del Rocío, célebre en el condado de Niebla.

Y aunque no soy hijo de Huelva ni aún de la piadosísima Sevilla, en el orden de la naturaleza, no por eso dejo de serlo de la primera por la adopción y gracia de la fe cristiana y de la prescripción del tiempo, pues llevo muy cerca de treinta años de vida parroquial en Niebla, de la tierra de los choqueros, y en la Archidiócesis hispalense.

En gracia a estos títulos honrosísimos fui el primero que en mi esperpento literario «El traje de luces», en honor de la Virgen del Rocío, editado por la insigne Academia Bibliográfico Mariana, de la ciudad de Lérida en 1916, pedía por mediación de un pobre torerillo andaluz, Manolillo «el choquero», protagonista del cuento, discípulo del señor Siurot y del entonces célebre arcipreste, hoy obispo de Olimpo, al Eminentísimo señor Cardenal-Arzobispo de Sevilla, la Coronación canónica de la Virgen del Rocío, en recuerdo de la Asunción gloriosa de María a los Cielos.

Pero no hay cosa peor en este valle de lágrimas que ser curas villanos y pecadores, que dirían cervantistas, para que ni la diva fortuna se cuide de hacer germinar la diminuta semilla, y que sea preciso pasar antes, como en el caso de la Bernadita en Lourdes, por las pruebas del hierro y del fuego para llevar adelante la piadosa empresa. Y que se cumpla el dicho evangélico: «De que Dios se vale de las cosas despreciables para confundir a los fuertes.»

Y aquí viene como anillo al dedo lo de la constitución de una célebre junta, no tan célebre como las militares, para defender, no ya los garbanzos sino la justicia de la coronación de la Virgen del Rocío, como reina de los peregrinos del condado en esta vida terrenal.

Como principios de la gran empresa en manos de usted, por ser buenas manos, y además como hijo del célebre Condado, del cual, aunque mercenario, tengo hoy la llave, con las viejas tradiciones de sus notables condes y la Santa memoria de sus prelados, pongo con esta Epístola, ejemplares modestos por ser míos, de la «Historia de las Coronaciones de las Imágenes de la Virgen», de los «Derechos de María a ser coronada en sus Imágenes» de las «Coronas que deben ostentar las Imágenes de María con arreglo a su época»; y «Proyectos amplísimos para celebrar las fiestas de las Coronaciones en obsequio de los Reverendos Prelados y de las autoridades civiles con el Visto Bueno de la Academia Mariana de Lérida.

Con cuyos materiales no hay más que coser y cantar, o mejor dicho surcir solamente; pues en lo de cantar hay que tener presente, el dicho español: «Cuando el español canta, o lleva la procesión por dentro o no tiene una blanca».

Lo cual quiere decir que para cantar a la Virgen del Rocío en la gran plegaria de su coronación solemne, hacen falta algunos fondos, por lo cual comienzo yo enviando mi pobre, pero generosa suscripción, de cinco pesetas, como el pequeño óbolo de la viuda, al señor cura párroco de Almonte.

Y así siguiéndome los demás fieles devotos tendremos pronto lo del chistoso sainetillo andaluz.

«Cantaré, cantaré, porque hay viñas y olivares».

Resultando de todo esto, para gloria de María, que la historia del Santuario del Rocío cantará en su día, que un ilustre canónigo de Sevilla, hijo de la provincia de Huelva, y un modestísimo cura de Niebla, iniciaron el pensamiento de la Coronación solemne de la Virgen del Rocío, la más popular de la Archidiócesis hispalense y del célebre Condado de Niebla en la provincia de Huelva.

viernes, 3 de septiembre de 2010

LA PELOTA ESTÁ EN EL TEJADO

Por Juan F. MUÑOZ Y PABÓN

El Correo de Andalucía. Sevilla 24 mayo 1918


"Apoyándome en el pensamiento del consejo de Gamaliel en el Sanedrín, en pro de la causa de los Apóstoles, me atrevo en estas líneas a lanzar una idea: seguro de que, si es de Dios y de su Santísima Madre, prevalecerá, y si es cosa mía, se desvanecerá ella sola como el humo.

La idea es esta.

La imagen de Nuestra Señora del Rocío, Virgen la más Popular de toda esta Andalucía baja; con culto el más ferviente y la más acendrada devoción en las dos vastas provincias de Sevilla y Huelva, no está canónicamente coronada, y lo debiera estar.

¿No lo están la del Pilar, de Zaragoza; la de los Reyes, de Sevilla; la de las Angustias, de Granada; la de Begoña, allá por tierras vascongadas; la de los Milagros, del Puerto de Santa María; la de la Cabeza, de Andújar; la de los Remedios, de Fregenal de la Sierra...? Pues bien: aparte la del Pilar pues quien dice el Pilar dice toda España, ninguna de las anteriormente citadas, cuenta con una devoción más extendida. Ninguna tiene "una hermandad" en sinnúmero de pueblos de la región; ninguna encarna una fe más grande ni un amor más ardiente en partidos y partidos...

El Rocío, decía yo hace años en un artículo que corre por ahí, debiera ser declarado "monumento nacional". No aquella poética ermita de las marismas almonteñas, con ser, como lo es en efecto, el relicario de todos los amores del Condado y del Aljarafe... el lacrimatorio de las penas de aquel terruño, como propiciatorio que es de las grandes misericordias de la Reina y Madre de misericordia: sino el Rocío-costumbre; el Rocío-institución: el Rocío, carreta del sin-pecado... el Rocío, tamboril y dulzaina... el Rocío, promesa y el Rocío, exvoto ... el Rocío, peregrinación a pie y el Rocío, penitencia... el Rocío, rosario y sermón que no se oye, porque los vivas son más elocuentes que los razonamientos... el Rocío, procesión, que ha menester para desenvolverse, y aun así le viene estrecha, toda la inmensidad de la marisma... ¡Todo esto es lo que yo quisiera que se declarase monumento nacional! -esto es: intangible-para que los venideros lo heredasen, tal y como nosotros lo hemos recibido.

¡El Rocío es el más expresivo grito de fe y el más apasionado llanto de amor a María Santísima, que sale de toda esta Andalucía durante todo el año!

Ayer me lo decía un señor, residente en Madrid, el pintor Hernández Nájera, para que no se diga que atestiguamos con muertos: -Yo vengo todos los años, cójame donde me coja, sólo a ver la Hermandad del Rocío a su vuelta a Triana. ¿Ve usted todo lo grandioso ¡lo definitivo! de la Semana Santa en Sevilla? Pues a mi me llega más al alma de español y de creyente el espectáculo del Rocío ... Crea usted que no se parece a nada de este mundo.

Pues bien; esta veneradísima imagen, que tiene tan extendida devoción... que cuenta con su historial taumatúrgico... que dispone ¡hasta de su cancionero!, pues desafío a quien no sepa una copla popular, que empieza por:

La Virgen del Rocío...

Esta imagen de la Madre de Dios debe ser canónicamente coronada... ¡Es cuestión de decoro rociero!

Que qué se necesita para ello? Lo que se necesita para todo en este mundo: un hombre.. y luego una mujer como complemento del hombre.

El hombre puede ser en Sevilla el Sr. Cura del Salvador, que es todo un prestigio rociano. Y la mujer ... la señorita doña María Magdalena Almaraz y Santos, que con sólo una vez que ha ido al Rocío, ha vuelto más rociera... que "el arroyo del Anjolí".

Esto, en Sevilla. Que en Huelva, porque de Huelva no puede prescindirse (porqué si el Rocío es de la Diócesis de Sevilla, la Virgen del Rocío es de la provincia de Huelva)... en Huelva, ahí está el hombre más grande de todos los que han salido de por allí: Siurot, el más rociano "de entre todos los hijos de los hombres" y, como pareja para él, Dª Juana Soldán, viuda de Cepeda, primera contribuyente de la provincia... Una bija suya debe la salud a una misericordia de la Virgen.

Si a estos cuatro prestigiosos se les suman, por ejemplo, los José Anastasio Martín, de Sevilla, y los Manuel Mora y Romero, de Huelva... y luego "Anita Vallaolí" con todos los almonteños... y todos los rocianos, que son todos los de muchísimas leguas a la redonda del Lourdes del Condado, creo ¡y lo creo como si lo viera.! que, para el Rocío que viene, podríamos cantar canónicamente la copla que aprendimos cuando niños:

La Virgen del Rocío,

Blanca paloma,

Ha estrenado este año

Manto y corona.

Si puede servir para algo mi pobre pluma...

La Pelota está en el tejado. La Santísima Virgen se encargará de decir si es cosa de ella o de mi pecador.

Juan F. Muñoz y Pabón

jueves, 2 de septiembre de 2010

A MAYOR GLORIA DE DIOS Y DE LA BLANCA PALOMA

Por José García López

Revista ROCIO octubre 1959


El día 4 de Julio de 1958 sufrió mi esposa un fuerte ataque de reuma articular agudo, con gran inflamación de brazos y piernas, manos y pies, especialmente éstos, que la imposibilitaron en absoluto. Cuando parecía que iba mejorando, se le presentó un agrave complicación de corazón en forma de terrible “arritmia” o descompensación, y la consiguiente presión arterial. El electrocardiograma y la auscultación de los especialistas confirmó todo esto.


Estaba postrada en cama y el más pequeño movimiento le producía agudos dolores y el corazón parecía que se le iba a salir por la boca como comúnmente se dice. Ninguna postura era cómoda, y se pasaban los días y los días amontonando medicinas, y varios médicos intentando atajar los procesos de un mal, contra el que empezaban a sentirse impotentes; y al fin llegó lo peor, en forma de una tercera y terrible complicación. Las medicinas tomadas para curar el reuma y el corazón, habían producido una gastritis aguda, y tal era la intolerancia, que su estómago no admitía alimentos de ninguna clase. Ni aún el agua, con ser magnífica (pues por prescripción de los médicos nos habíamos quedado en el precioso y cercano pueblo de Gerena, donde el clima fresco y excelente agua de sierra nos habían llevado a veranear desde varios años antes) ni aún el agua digo, podía tomar sin devolverla con agotadoras náuseas. Pasaron los días y fue de mal en peor en todo, pues al devolver los alimentos producía tal alteración en su estado y tan grande agitación en el corazón ya de por sí muy alterado, que nos parecía que en una de esas se iba a quedar. Había días que se le repetía los vómitos 8 y más veces. Sólo hablar de comidas en su presencia, intentar llevar a su boca la más pequeña fruta, leche, etc., suponía náuseas mortales que la dejaban agotada horas y horas. Terminamos por no encender, ni guisar, para que los olores de la cocina no la molestasen. Y así llegó el sábado día 30 de Agosto. Salí a las seis de la mañana para Sevilla para ver una vez más a los médicos especialistas, traer nuevas medicinas y buscar remedio en el Cielo, ya que en la tierra no lo había. Una egregia y noble señora, cuyo nombre no me está permitido decir, pero que por su Real Estirpe viene de muy antiguo unida en apasionada devoción por la SANTÍSIMA VIRGEN DEL ROCIO, compadecida de verme sufrir sin remedio, me prometió traerme una botella de agua del pozo que hay frente a la Capilla de la Virgencita, y al mediodía me la entregó con estas palabras: “Pepe, Teresa y yo hemos pedido a la Virgen esta mañana que devuelva la salud a Maruja y dile que con toda devoción tome esta agua que será su mejor medicina”. A las seis de la tarde volví a Gerena, hallándola en el grado máximo de postración. Le hice como varias cucharadas de agua y un poco de alimento que devolvió. Por segunda vez repetí, pues me dijo que a pesar de haberla devuelto sentía como un “calorcito” en el estómago. Esta vez quedaron agua y alimento en el estómago por primera vez en 18 días. Serían las 7 de la tarde y a las 9 llegó el excelente doctor y amigo D. E. S. N., acompañado del practicante y también amigo D. J. C. M. Traían aparatos para auscultar y tomarle presión, etc., lo que el Sr. S. N. Hizo con todo detenimiento e interés. Tras una prolija exploración se puso de pie y ante nuestro asombro, dijo: “Amigo, su señora no tiene nada, absolutamente nada, ni de corazón, ni de estómago, ni señales de reuma. Que mañana domingo tenga yo el placer de verles en misa de ocho, dando gracias a Señor. Señora, Vd. Puede hacer su vida normal y comer de todo, pues vuelvo a repetirle que no tiene nada. El corazón late a ritmo perfecto, su pulso y presión arterial son correctos y póngase de pie y ande para que vea que ya no tiene dolores reumáticos. Le voy a mandar como toda medicina un supositorio, por si el estómago, pero no creo que le haga falta. Si lo hay en el pueblo, póngaselo, pero no hace falta que se moleste en pedirlo a Sevilla en caso contrario, pues ya le digo y le confirmo que no creo haga falta”.


Yo entonces conté al Doctor que la prodigiosa curación era obra del agua de la VIRGEN DEL ROCIO, que había tomado dos horas antes. Ninguno de los cinco médicos que la habían tratado se explicaban tan repentina y absoluta curación, dadas las graves complicaciones que la aquejaban. Al día siguiente, domingo, desayunó normalmente y con gran apetito; al mediodía ayudó a Paqui, nuestra muchacha, en la cocina, pues teníamos invitados que venían de Sevilla a verla y por la alegría de su curación quedaron en casa hasta el día siguiente. Por la tarde, ante el asombro del pueblo entero, fuimos a misa, subiendo a pie la áspera cuesta de la calle de la iglesia. Después merendamos y por l anoche cenó con gran apetito, tomando incluso un poquito de Jerez moscatel. Paseamos por el pueblo e incluso cerca de la una de la noche tomamos café y unos dulces en un bar.


Y así ha seguido con toda normalidad, sin recaída alguna y con mejor salud que antes de caer enferma, hasta este momento en que agradecidísimos a la VIRGEN DEL ROCIO proclamamos a los cuatro vientos lo que consideramos un gran milagro de la BLANCA PALOMA.


¡Virgencita nuestra, en nuestros corazones tienes humilde pero perenne altar, y al pedirte no nos olvides en los momentos tristes y desesperados que tanto abundan en esta miserable vida, queremos con nuestro mejor amor y más pura devoción hacer llegar a todo el mundo este prodigio para mayor GLORIA TUYA!


José García López

CARTA ABIERTA A UN HOMBRE DE ALMONTE

Por José Bonilla Gálvez

Revista ROCIO agosto 1959



Almonteño anónimo:

Ni tu me conoces ni yo sé quién eres; incluso ignoraste que te retrataba cuando te sacaron del paso de la Virgen.

Si ahora nos pusieran frente a frente, ni nos conoceríamos, y sin embargo me atrevo a escribirte.

Naciste en Almonte y como buen hijo de tu pueblo, profesas un cariño inmenso a esa Blanca Paloma.

Podría asegurarte llegaste a la aldea en un caballo sin ensillar cuando amanecía el lunes de Pentecostés; abandonaste tu cabalgadura a la libertad de la marisma, tus pasos te guiaron a la Ermita, viste que estaba Ella allí y la saludaste con un Viva la Virgen del Rocío.

Bailaste tus “sevillanas” en varias Hermandades. Las bailabas con quien te daba en gana, que para eso de quitar pareja, sois maestros los almonteños.

Te parecía ya tarde y de nuevo te fuiste al Santuario. Te abriste camino y ocupaste un buen lugar cerca de la verja del Presbiterio. Cada vez que gritaban un Viva la Virgen, tu voz estaba entre las que contestaban.

Tú eras parte integrante de los que la rodeaban. Y luchaste lo tuyo para colocar tu hombro bajo las andas de plata. Esa dulce carga habrá dejado sus señales sobre tu carne que te llenan de orgullo.

Hubo un momento en que pasaste miedo allí metido te parecía que te faltaba la vida cuando te abanicaron con un sombrero. Trabajo costó que abandonaras tu puesto, y lo hiciste porque entre tres te sacaron.

Tu boca entreabierta dejaba ver unos dientes negros del polvo de los arenales. Así saliste, casi sin camisa, con el pelo sudoroso a mechones sobre tu frente.

Yo te pediría que esa camisa hecha jirones, la guardaras con cariño, y demuestres el deseo a los tuyos, de que al final de tus días (que deseo sean muchos) te la pongan de mortaja. Esa es la más grande de las galas, para presentarse en los Cielos y ante el trono donde sin duda te estará esperando Ella.

Un abrazo y ¡¡VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO!!


José Bonilla Gálvez

Sevilla